domingo, 24 de junio de 2018

Residencial San Felipe: Informe, Análisis y comparación con otro caso latinoamericano


Durante la década de los años cuarenta el Perú empezó a vivir un cambio cultural impulsado por artistas, arquitectos, escritores e intelectuales, la corriente Modernista que había surgido en Europa décadas atrás estaba tomando fuerza en Latinoamérica a mediados del S. XX. Esta corriente deja atrás todo el historicismo y academicismo planteando un nuevo estilo no solo en las artes sino también en la forma de llevar la sociedad pues es consecuencia de la revolución industrial y la primera guerra mundial. Las ideas y criterios del modernismo para la arquitectura urbano-residencial consistían principalmente en la densificación de los edificios residenciales y peatonalización de la cuidad, proveer también de espacios públicos y edificios de uso colectivo. Estos criterios se aplicaron en los Conjuntos Habitacionales, Residenciales, Unidades Vecinales y otros tipos de proyectos urbano-residenciales para la clase media baja del Perú durante los años cincuenta. Es en la década de los años sesenta es cuando la corriente modernista deja de ser una corriente cultural disidente y se vuelve el estilo oficial del gobierno con la llegada de Belaunde Terry a la presidencia. Dentro de la diversidad de proyectos residenciales, la Residencial San Felipe destaca no solo por la aplicación de las ideas modernistas en su diseño sino también por la monumentalidad de sus edificios, fue la manera gobierno de dejar su marca en la cuidad, además de ser uno de los pocos proyectos pensados para la clase media alta y la clase política de la época.

1.      Contexto de la Residencial San Felipe.
A finales de la década de 1940 la relevancia y alcance que iba tomando el movimiento modernista en el Perú era trascendente, este cambio fue llevado principalmente por arquitectos de la recién fundada Facultad de Arquitectura de la Universidad Nacional de Ingeniería y apoyado desde el gobierno por el arquitecto Fernando Belaunde Terry. Durante la su gestión, la Junta Nacional de Vivienda (JNV), ente encargado de los proyectos residenciales a nivel nacional como las Unidades Vecinales y Conjuntos Residenciales, era dirigida por arquitectos pertenecientes al movimiento modernista, es por esto por lo que la Residencial San Felipe, proyecto de la JNV, fue pensada como obra emblemática del gobierno. El terreno donde se emplaza el proyecto cuenta con 27 hectáreas, se encuentra en Jesús María, en Lima, un distrito de clase media, precisamente entre las avenidas Gregorio Escobedo, Pershing, Eduardo Avaroa y Huiracocha. Antes de la residencial, aquí de encontraba el Hipódromo de San Felipe, pero en 1960 se trasladó a Monterrico y el terreno quedó libre. El área era un pulmón verde, había un bosque de eucalipto por el lado la avenida Huiracocha, ahí también se encuentra la casa Huiracocha, obra emblemática del arquitecto Luis Miró Quesada proyectaba en 1947 bajo los principios de la arquitectura de Le Corbusier. El conjunto residencial fue proyectado en tres etapas. La primera etapa fue planeada en 1960 por los arquitectos Enrique Ciriani y Mario Bermuy, aquí se diseña las cuatro torres monumentales con los volúmenes de dos pisos entre ellas y el ágora central. La segunda etapa fue diseñada por Jacques Crousse y Oswaldo Núñez en 1964, uno de los encargos del gobierno fue aumentar la cantidad de viviendas en los bloques y reducir los costos. Los proyectistas para la tercera etapa fueron Luis Vásquez y Víctor Smirnoff, el encargo fue el mismo, mayor densidad de habitantes y menor costo.

2.      Manejo espacial de las viviendas
En las tres etapas encontramos diferentes tipologías de vivienda. En la primera (Ciriani y Bermuy) encontramos tres tipos: flats en las cuatro torres principales de catorce pisos, dúplex en los bloques alrededor de estas y viviendas unifamiliares a los extremos de los bloques. El diseño se centró en la sensación de amplitud y dilatación espacial mediante los vanos corridos. Estos vanos recorren las cuatro fachadas, continuando inclusive en los vértices del volumen, liberando de esta manera el ángulo y generando así una visión panorámica del exterior. Esta integración del interior y exterior continua en la circulación de las torres. Los halls que reparten a las ‘viviendas se relacionan con el exterior mediante amplios vanos laterales que permiten la circulación del viento y la penetración de luz solar. Dada sus dimensiones y por la doble altura, no son solo circulación sino también espacios amplios de encuentro de vecinos y vecinas pues casa uno reparte a ocho viviendas en dos pisos distintos.
Con las modificaciones y ampliaciones que encontramos al interior las viviendas queda en evidencia que con el tiempo no han podido satisfacer completamente las necesidades de las personas pues se ha pensado en las funciones básicas de la vivienda y no se proveyó de espacios de depósito lo suficientemente amplios. La costumbre de almacenar objetos o guardarlos “por si acaso” muy propia de nuestra sociedad genera la necesidad de tener un espacio amplio o pequeños espacios que sirvan como depósito, espacios que muchas veces no encontramos ni en proyectos antiguos ni en actuales, y como se va desarrollando la arquitectura residencial seguida del boom inmobiliario y la capitalización del espacio, probablemente no se verá en proyectos que se construirán en un futuro cercano.
Sin embargo, la buena relación que mantienen los y las vecinas, ese sentido de comunidad que les relaciona y que se muestra al entablar una breve conversación con ellos, es producto del diseño arquitectónico, esto nos muestra que los conjuntos residenciales son una muy buena propuesta para poder tener no solo calidad de vida sino organización y relaciones vecinales como consecuencia del uso compartido de los espacios dentro del edificio y comunicación que genera entre ellos.

3.      Diseño Urbano.
El ágora central de la primera etapa es la continuación de este propósito de estrechar lazos sociales mediante espacios comunitarios. Esta plaza hundida se encuentra rodeada por las cuatro torres y está delimitada por las calles elevadas que conectan los edificios. El acceso es totalmente libre, se puede acceder directamente desde las torres o los bloques que se encuentran entre ellas por las circulaciones a nivel o las calles elevadas, también podemos acceder desde la vía pública atravesando los edificios. A pesar de la permeabilidad del espacio, cuando uno se encuentra en el ágora siente que está dentro de la residencia sin dejar de estar en el exterior, el efecto que genera la monumentalidad de las torres enmarcando verticalmente el espacio y las calles elevadas como puentes entre los volúmenes definiéndolo de manera horizontal es lo que buscaban los proyectistas al diseñar el espacio, este es uno de los principios del movimiento moderno, la integración del interior y el exterior y la definición virtual del espacio.
Aquí encontramos también algunas modificaciones realizadas por las y los propietarios a través del tiempo, pérgolas en las esquinas de la plaza y rejas en las circulaciones a nivel para acceder a la plaza de los volúmenes de dos pisos entre las torres. Estas modificaciones se dan, a mi parecer, por que las y los propietarios, y la sociedad peruana en general, no llega a relacionarse bien con el principio de la simplicidad, del “menos es más” fundamental en el modernismo. Esto se debe, creo yo, a la necesidad de aprovechar cada rincón del espacio para no sentir que se está desperdiciando.

4.      Comparación con un caso latinoamericano similar.
Como se mencionó al inicio, el movimiento modernista en Latinoamérica se dio de manera casi paralela, a mediados del S. XX buscando soluciones al problema de la vivienda y la extensión informal e incontrolada de la cuidad. En el caso de México, los proyectos dirigidos a solucionar el déficit de la vivienda fueron llevado de manera similar al de Perú, políticas públicas y proyectos por parte del estado. En 1960, el mismo año de la proyección de la Residencial San Felipe se proyectó en la Cuidad de México el Conjunto Urbano Presidente Adolfo López Mateos de Nonoalco Tlatelolco por Mario Pani junto con Luis Ramos Cunningham y Ricardo de Robina. Al igual que San Felipe, en el extenso terreno donde se emplaza el conjunto (964 000 m2) existían edificaciones, pero en este caso era en una zona periférica con viviendas precarias y marginales de trabajadores ferrocarrileros sindicalizados. El plan consistía en eliminar las viviendas y construir 15 super manzanas. Dentro de las similitudes de las características de las obras encontramos el monumentalismo y la intención darle importancia al peatón dentro de la cuidad, generar espacios públicos y edificaciones de uso colectivo. Fueron también tres etapas, aunque para Tlatelolco se planificaron más. En cuanto las diferencias encontramos principalmente la escala, el conjunto mexicano supera ampliamente a San Felipe. Los bloques de Tlatelolco llegan a 20 pisos además de ser 102 edificios con 11 916 departamentos para 70 000 habitantes cuenta con gran cantidad de comercio, centros educativos desde guardería hasta secundaria técnica, clínicas, cine, estación de metro, iglesia y hasta una zona arqueológica. Este Conjunto Urbano es realmente una cuidad dentro de otra. Aquí conviven también diferentes clases sociales mientras que en San Felipe encontramos solo clase media. Tlatelolco cuenta con tres conjuntos residenciales principales: la independencia, la Reforma y la Republica.
El primero es conforme al plan original, para clases bajas con departamentos hasta de una habitación. Dentro de este conjunto se encuentra la Torre Insignia, una gran torre piramidal muy esbelta que es un referente no solo de todo el Conjunto Urbano sino también de la Cuidad de México. Para la San Felipe el plan original tuvo alteraciones, en sus tres etapas. En cuanto al segundo conjunto residencial fue proyectado para la clase alta, con patios al interior y acabados de lujo. En esta zona se extiende un bosque con cantidad de árboles, de gran variedad, es un pulmón verde de la cuidad. Si bien la Residencial San Felipe cuenta con una de área verde, no llega a las dimensiones que se desarrollan en México. Finalmente, en la República encontramos la histórica Plaza de las Tres Culturas donde se encuentra una zona arqueológica (cultura pre colombina) una iglesia colonial y las edificaciones modernistas, tres momentos de la historia mexicana.


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